viernes, 25 de agosto de 2017




El puente, Bolaño y el tridente

La fiebre de Bolaño me llegó tarde, pero esa es mi fiebre y no la voy a cambiar. Parafraseando a Humberto Márquez cuando recuerda a Caupolicán Ovalles con el original, “ese es mi cuento y no lo voy a cambiar”. Después de Los detectives salvajes quedé realmente fiebrúo, al punto de entrar a una biblioteca donde está toda su obra y pasar dos y tres horas leyendo hasta la hora de cierre, lo cual nunca en mi vida había experimentado en estos espacios por placer.

Mi ejemplar de Los detectives Salvajes era el más accesible, el de Monte Ávila Editores. Ese vinotinto que en su contraportada trae una reseña de Carlos Noguera y un señuelo en letras grandes, para quienes no conocen al autor, que dice “Premio internacional de novela Rómulo Gallegos 1999”. Hasta el día que conocí las ediciones que están en la biblioteca, me sentía feliz y satisfecho con mi modesto ejemplar heredado de una gran amiga de la familia. Pero después de ver aquellas portadas coloridas y satinadas, en algunos tomos tapa dura con un papel que simulaba sábanas de seda, emprendí una búsqueda incesante para saciar mi terca ansiedad de coleccionista. 

Comenzó la búsqueda y la primera sacudida fue el absurdo de los precios. Pensé en la guerra económica, el dólar paralelo, la especulación y todas las matrices que matizan la economía actual en el país, pero no me quedé con esos precios y fui más allá traspasando fronteras, y resulta que en toda la bolita del mundo estos libros cuestan entre $20 y $80 (la misma cara puse yo). Encontré en Mercadolibre una edición de Anagrama de Los detectives salvajes en 50 mil bolívares, la más barata de una lista absurda que oscilaban entre los 100 mil y 500 mil bolívares.

Cuando apareció está golilla en seguida me acorde de 5 euros que estaban mal puestos en una gaveta y siempre en las mayores crisis se me olvidaba que los tenía. En seguida me fui al cuerpo de preguntas y respuestas:

P: ¿Aceptas 5€?
R: Si, no hay problema.
P: ¿Dónde haces la entrega?
R: En la Av. Urdaneta.
P: ¿Tienes otro de Bolaño?
R: No, por los momentos.

Con un poco de reacción retardada, me di cuenta de que estaba chigüireando y pagando dos veces el precio del libro según el cambio del día. Retomé la negociación, más afilao:

P: Disculpe, ¿usted tiene un puesto en el puente para escoger un par más? Si le llevo los 5€ me queda un monto a favor.
R: Le bajas 3 puntos a la cotizacion del dia nadie lo paga al precio de dia, los que me compran dólares y euros le bajan 3 puntos si le sirve perfecto , luego de realizar la compra le enviamos. Nuestra ubicación (sic).

El puente

Esa noche tuve insomnio. En la mañana después de un desayuno de subcampeón me fui justamente a una reunión en la Av. Urdaneta. Al terminar me fui casi trotando al puente de las Fuerzas Armadas, donde mi plan era preguntar en cada local por el libro de Bolaño, hasta encontrar el que me interesaba, pero que todavía no ofertaba. Comencé desde el principio con constantes negativas como respuesta, hasta que llegué a un local en la mitad del recorrido y un hombre mayor, de unos 70 años me dijo que sí lo tenía. El corazón se me aceleró, mientras el hombre dio la orden a un ayudante que le ubicara un libro que apartó en el estante de abajo que se llamaba Los detectives salvajes. El ayudante, mientras buscaba, dijo: “Fulano dijo que no le tocaran ese libro”. “Tráeme esa vaina, chico”.

-Aquí está, son 20 mil bolos si lo quieres.
Respiré hondo y me lancé el clásico:
- ¿Nada menos? Tengo 15 mil.
-Fulano, guárdalo otra vez donde estaba.
-¿Acepta débito?
-Si.
-Vamos, puejm.

Terminada la transacción me voy caminando lentamente como un colegial con el libro recogido con un gancho de mi mano derecha y una sonrisa estúpida en la cara, de esas que aparecen cuando la dietilamida comienza a esparcirse por la médula espinal. Mientras flotaba en mi burbuja de aire de ganador, siento que me arrebatan el libro de mi mano y volteo bruscamente:

-Ya va,  ¡chamo ven acá!
Sigo al viejo pensando que se le olvidó anotar el libro en su cuaderno de registro o alguna ceremonia burocrática o esotérica de librero vieja guardia.
- ¿Qué pasó?
- Es que este libro cuesta 50 mil bolos… (con el libro en su poder)

El parampanpan

-          ¿Cómo es la vaina? Ese libro es mío y yo ya lo pagué.
-          Ven que yo te voy a devolver tu plata, fue un error.
-          Yo no quiero plata, yo quiero mi libro que ya lo pagué. Dame mi libro (tirando arponazos con mis brazos).

Aparece un tercer hombre que no estuvo durante la transacción.

-Ese libro es mío y cuesta 50 mil, yo soy el dueño de este negocio.
-Ese libro es mío y costaba 50 mil, ya yo lo pagué y me vas a dar mi mierda.
-Te voy a devolver la plata.
-No quiero plata, te dije ya que ese libro es mío. Dame mi mierda (arponazos al aire pero el libro ya había desaparecido de la escena).
-Es más, ese libro ya está vendido por Mercadolibre, chico. Me van a dar 5 euros…
-¿Ah siiii…? Te iban a dar 5 euros, porque el que te iba a comprar esa vaina por Mercadolibre era yo… Pero ahora te jodiste…

El dueño se me cuadra en frente y me dice que no grite en su negocio. Yo me le cuadro y sigo gritando a propósito para que todo el que pasará disfrutara del espectáculo y quedara bien rayao. En un momento, justo antes de que comenzara la coñaza, el viejo me apartó y rogándome mientras yo seguía gritando “tramposo, estafador” me pidió:

-          Por favor, cálmate. Fue mi error, no hagas que pierda mi trabajo. Acepta el dinero, chamo…

Por otro lado bajó Bolaño en forma de zancudo infrarealista con lentes. Volándome alrededor y muerto de risa me puyaba con su tridente para que cogiera mi dinero y saliera de la escena.

La vencida

Di varios pasos volteando de vez en cuando y mentándole el árbol genealógico al dueño del local, hasta que llegué a un nuevo chiringuito literario. Hice cinco respiraciones puraka-kumbhaka-rechaka y retomé mi búsqueda sin resultados positivos.

Justo antes de llegar a la Av. Urdaneta, en el último puesto de libreros que estaba abierto, me acerco y agarrando aliento para formular la pregunta, apareció Bolaño en forma de zancudo con lentes y tridente en patas alzándome las cejas, encima de la edición rojo carmesí de Los detectives Salvajes.
 -Pana, ¿cuánto cuesta?
-12 mil
-¿Aceptas débito?
-Si.
-Ya va, creo que llego a 10 mil en efectivo.
-Ok.

Al abrir la primera página en el metro, esto es lo que aparece en bolígrafo negro:

“Otros días te esperaré
Con la puerta abierta mientras
Se te oye venir por la escalera

Ha sido más que un placer y muchas ocasiones habrán
 Espero que lo disfrutes tanto como yo
Y de vez en cuando te acuerdes de mi en este viaje

Un abrazo enorme

18/06/2011” (Sic)