El puente, Bolaño y el tridente
La fiebre de Bolaño me llegó
tarde, pero esa es mi fiebre y no la voy a cambiar. Parafraseando a Humberto
Márquez cuando recuerda a Caupolicán Ovalles con el original, “ese es mi cuento
y no lo voy a cambiar”. Después de Los
detectives salvajes quedé realmente fiebrúo, al punto de entrar a una
biblioteca donde está toda su obra y pasar dos y tres horas leyendo hasta la
hora de cierre, lo cual nunca en mi vida había experimentado en estos espacios
por placer.
Mi ejemplar de Los detectives Salvajes era el más
accesible, el de Monte Ávila Editores. Ese vinotinto que en su contraportada
trae una reseña de Carlos Noguera y un señuelo en letras grandes, para quienes
no conocen al autor, que dice “Premio internacional de novela Rómulo Gallegos
1999”. Hasta el día que conocí las ediciones que están en la biblioteca, me
sentía feliz y satisfecho con mi modesto ejemplar heredado de una gran amiga de
la familia. Pero después de ver aquellas portadas coloridas y satinadas, en
algunos tomos tapa dura con un papel que simulaba sábanas de seda, emprendí una
búsqueda incesante para saciar mi terca ansiedad de coleccionista.
Comenzó la búsqueda y la primera
sacudida fue el absurdo de los precios. Pensé en la guerra económica, el dólar
paralelo, la especulación y todas las matrices que matizan la economía actual
en el país, pero no me quedé con esos precios y fui más allá traspasando
fronteras, y resulta que en toda la bolita del mundo estos libros cuestan entre
$20 y $80 (la misma cara puse yo). Encontré en Mercadolibre una edición de
Anagrama de Los detectives salvajes
en 50 mil bolívares, la más barata de una lista absurda que oscilaban entre los
100 mil y 500 mil bolívares.
Cuando apareció está golilla en
seguida me acorde de 5 euros que estaban mal puestos en una gaveta y siempre en
las mayores crisis se me olvidaba que los tenía. En seguida me fui al cuerpo de
preguntas y respuestas:
P: ¿Aceptas 5€?
R: Si, no hay problema.
P: ¿Dónde haces la entrega?
R: En la Av. Urdaneta.
P: ¿Tienes otro de Bolaño?
R: No, por los momentos.
Con un poco de
reacción retardada, me di cuenta de que estaba chigüireando y pagando dos veces
el precio del libro según el cambio del día. Retomé la negociación, más afilao:
P: Disculpe, ¿usted tiene un puesto en el puente para escoger un par
más? Si le llevo los 5€ me queda un monto a favor.
R: Le
bajas 3 puntos a la cotizacion del dia nadie lo paga al precio de dia, los que
me compran dólares y euros le bajan 3 puntos si le sirve perfecto , luego de
realizar la compra le enviamos. Nuestra ubicación (sic).
El puente
Esa noche tuve insomnio. En la mañana después de un desayuno de
subcampeón me fui justamente a una reunión en la Av. Urdaneta. Al terminar me
fui casi trotando al puente de las Fuerzas Armadas, donde mi plan era preguntar
en cada local por el libro de Bolaño, hasta encontrar el que me interesaba,
pero que todavía no ofertaba. Comencé desde el principio con constantes
negativas como respuesta, hasta que llegué a un local en la mitad del recorrido
y un hombre mayor, de unos 70 años me dijo que sí lo tenía. El corazón se me
aceleró, mientras el hombre dio la orden a un ayudante que le ubicara un libro
que apartó en el estante de abajo que se llamaba Los detectives salvajes. El ayudante, mientras buscaba, dijo:
“Fulano dijo que no le tocaran ese libro”. “Tráeme esa vaina, chico”.
-Aquí está, son 20 mil bolos si lo quieres.
Respiré hondo y me lancé el clásico:
- ¿Nada menos? Tengo 15 mil.
-Fulano, guárdalo otra vez donde estaba.
-¿Acepta débito?
-Si.
-Vamos, puejm.
Terminada la transacción me voy caminando lentamente como un colegial
con el libro recogido con un gancho de mi mano derecha y una sonrisa estúpida
en la cara, de esas que aparecen cuando la dietilamida comienza a esparcirse
por la médula espinal. Mientras flotaba en mi burbuja de aire de ganador,
siento que me arrebatan el libro de mi mano y volteo bruscamente:
-Ya va, ¡chamo ven acá!
Sigo al viejo pensando que se le olvidó anotar el libro en su cuaderno
de registro o alguna ceremonia burocrática o esotérica de librero vieja
guardia.
- ¿Qué pasó?
- Es que este libro cuesta 50 mil bolos… (con el libro en su poder)
El parampanpan
-
¿Cómo es la vaina? Ese libro es mío y yo ya lo
pagué.
-
Ven que yo te voy a devolver tu plata, fue un
error.
-
Yo no quiero plata, yo quiero mi libro que ya lo
pagué. Dame mi libro (tirando arponazos con mis brazos).
Aparece un
tercer hombre que no estuvo durante la transacción.
-Ese libro es
mío y cuesta 50 mil, yo soy el dueño de este negocio.
-Ese libro es
mío y costaba 50 mil, ya yo lo pagué y me vas a dar mi mierda.
-Te voy a
devolver la plata.
-No quiero
plata, te dije ya que ese libro es mío. Dame mi mierda (arponazos al aire pero
el libro ya había desaparecido de la escena).
-Es más, ese
libro ya está vendido por Mercadolibre, chico. Me van a dar 5 euros…
-¿Ah siiii…?
Te iban a dar 5 euros, porque el que te iba a comprar esa vaina por
Mercadolibre era yo… Pero ahora te jodiste…
El dueño se me
cuadra en frente y me dice que no grite en su negocio. Yo me le cuadro y sigo
gritando a propósito para que todo el que pasará disfrutara del espectáculo y
quedara bien rayao. En un momento, justo antes de que comenzara la coñaza, el
viejo me apartó y rogándome mientras yo seguía gritando “tramposo, estafador”
me pidió:
-
Por favor, cálmate. Fue mi error, no
hagas que pierda mi trabajo. Acepta el dinero, chamo…
Por otro lado bajó Bolaño en forma de zancudo infrarealista con lentes.
Volándome alrededor y muerto de risa me puyaba con su tridente para que cogiera
mi dinero y saliera de la escena.
La vencida
Di varios
pasos volteando de vez en cuando y mentándole el árbol genealógico al dueño del
local, hasta que llegué a un nuevo chiringuito literario. Hice cinco
respiraciones puraka-kumbhaka-rechaka y
retomé mi búsqueda sin resultados positivos.
Justo antes de
llegar a la Av. Urdaneta, en el último puesto de libreros que estaba abierto,
me acerco y agarrando aliento para formular la pregunta, apareció Bolaño en
forma de zancudo con lentes y tridente en patas alzándome las cejas, encima de
la edición rojo carmesí de Los detectives
Salvajes.
-Pana, ¿cuánto cuesta?
-12 mil
-¿Aceptas
débito?
-Si.
-Ya va, creo
que llego a 10 mil en efectivo.
-Ok.
Al abrir la
primera página en el metro, esto es lo que aparece en bolígrafo negro:
“Otros días te
esperaré
Con la puerta
abierta mientras
Ha sido más
que un placer y muchas ocasiones habrán
Espero que lo disfrutes tanto como yo
Y de vez en
cuando te acuerdes de mi en este viaje
Un abrazo
enorme
18/06/2011”
(Sic)