lunes, 27 de agosto de 2018

Diez uppercuts de Miles Davis (I)



Texto y mixtape: Marcel Márquez

A mi hijo, Matías Márquez

«He cambiado cinco o seis veces la historia de la música», respondió Miles Davis al ser interpelado de manera perniciosa por una dama de la aristocracia norteamericana, quien le preguntó qué estaba haciendo él en una entrega de los Kennedy awards. «Y usted, además de ser blanca y rica, ¿qué méritos ha hecho para estar aquí?» remató, para dejar sin palabras a aquella mujer símbolo de la arrogancia y la ignorancia de la oligarquía que él tanto detestaba. 

Fanático de Jack Johnson y del boxeo, convirtió su propia vida en un cuadrilátero que iba transitando con la destreza y la concentración de un púgil, para acertar en el momento justo los jabs y uppercuts que demandaban su pelea. Durante su vida todo se lo ganó a pulso, ser negro en un mundo controlado por blancos, comenzar muy joven a dar la batalla en un oficio rodeado de vicios y personas oscuras de alma, fueron pocos de los obstáculos que este hombre tuvo que sortear en el ring de la vida para convertirse en una leyenda de la música.

Miles Davis era de un carácter fulminante y temperamental, su ruta hacia el éxito estuvo signada por un camino lleno de excesos en todo sentido; drogas, alcohol, sexo, caprichos materiales, relaciones enfermizas y un cuerpo que intentaba cargar con todo eso, más la responsabilidad de darle un giro a la historia de la música cada diez años. Estos cinco o seis giros que le dio Miles a la música pueden dividirse de muchas maneras, según la época, las formaciones de las bandas, los estilos, sellos discográficos, la década, en fin; esta ambición de organizar la discografía del trompetista, durante años se ha convertido en un dolor de cabeza para melómanos, coleccionistas, investigadores y periodistas.

De una manera sencilla quiero abrir un portal, principalmente a mi hijo Matías, y también a las personas que no han tenido la oportunidad de disfrutar de la vasta discografía de este músico legendario. En mi opinión estos son los discos esenciales de Miles Davis, para empezar a viajar a través de este universo de ritmos, fraseos y jazz maravilloso.

He decidido comenzar desde los últimos años hacia atrás. Particularmente a mí se me ha hecho mucho más fácil entender el jazz de esta manera, siempre escuchando primero discos a partir de la década del setenta, para luego irme al inicio y las raíces. De la manera inversa se me hace un poco denso el viaje, igual es importante hacerlo de vuelta con el orden cronológico ascendente, para entender los cambios que hubo en el jazz y específicamente en la música del trompetista. Con mucho afecto, dejo para ustedes mis diez discos fundamentales de Miles Davis.


10. Doo-Bop (1992)

Un disco difícil para los puristas del jazz y vitoreado por todos los militantes del avantgarde. El último disco grabado en estudio de su carrera, en el que solo alcanzó a grabar seis temas antes de su prematura muerte. Miles Davis siempre conectado y sincronizado con los cambios que se iban generando en la historia, buscaba transmitir en su nuevo disco lo que estaba sucediendo en la ciudad de Nueva York, componer a partir de los sonidos que entraban por las ventanas de su balcón.

Easy Mo Bee, un joven productor de hip hop, fue seleccionado para grabar y coproducir este álbum de nueve temas, de los cuales tres fueron mezclados luego de la muerte del trompetista, usando tomas que habían quedado fuera de los seis temas grabados. Como era de esperarse, el disco fue descuartizado por los críticos conservadores de jazz, encargados de calificar las producciones del género por aquella época. Sin embargo, Do boop fue ganador del Grammy award como mejor disco instrumental de R & B al año siguiente de su lanzamiento. Fue publicado por el sello discográfico Warner Bros, el 30 de junio de 1992, casi un año después de su muerte, convirtiéndose en el génesis de un estilo particular dentro del hip hop, en el que el Mc Guru se convertiría en pionero lanzando un año después en 1993 su disco Jazzmatazz vol. 1.





9. Aura (1989)

El disco más sobresaliente en la última etapa de Miles Davis, signado por un conjunto de factores que le aportan a la obra una serie de matices excéntricos, que escapan de las influencias pop que marcaron esa época y la inspiración del trompetista durante la década. La composición absoluta de esta obra estuvo a cargo del trompetista danés Palle Mikkelborg, quien con la intención de rendirle un homenaje al músico estadounidense, compuso una obra inspirada en el cromatismo y los colores que irradiaban desde el aura de Miles, quien a mediados de los 80 recibió el Léonie Sonning Music Prize, el más prestigioso de Dinamarca en el ámbito de la música académica, reconociendo a grandes músicos de la historia como Igor Stravinzky en 1959 y Andrés Segovia en 1974, entre muchos otros.

De los 10 tracks que contiene la obra, 9 llevan como título el nombre de los seis colores del espectro visible, los mismos del arco iris; al que también agregó el blanco y una tonalidad de rojo bautizada por el compositor como Red electric. En esta oportunidad la banda estuvo conformada en su mayoría por músicos escandinavos, acompañándolo también uno de sus inseparables y más fieles guitarristas, Jhon Mclaughlin. A lo largo del disco la trompeta de Miles Davis y la banda van viajando por un arcoiris de sonidos, matizando el aura de la obra con un color atmosférico, orquestaciones profundas y ecos que en momentos inesperados se convierten en un funk o un jazz progresivo al que nos acostumbró tanto en la década anterior.






8. Tutu (1986)

Hay un nombre clave en el desarrollo y la producción de este disco. El entonces muy joven bajista Marcus Miller, fichado años antes por Miles Davis para tocar el bajo en su disco “The Man Whit The Horn” del año 81, fue el responsable de los arreglos y la coproducción de más de la mitad de los temas que componen esta obra maestra del jazz contemporáneo. Un disco que responde fielmente a las influencias musicales del momento, el rythm & blues, el funk y el pop. Miles Davis años antes confesaba su admiración por el músico Prince, un sentimiento recíproco que los condujo a planear proyectos en conjunto que lamentablemente no lograron llevarse a cabo, salvo unos encuentros aislados y una sola colaboración lograda enviándose el material por correo.

El disco recibió dos premios Grammy, el primero como mejor interpretación instrumental de jazz, y el segundo fue por la mejor portada, gracias al trabajo de la diseñadora japonesa Eiko Ishioka. Un álbum que conceptualmente reivindica a luchadores afrodescendientes. El título del álbum y el primer track es un homenaje a Desmond Tutu, una arzobispo de Ciudad del Cabo (Sudáfrica), quien recibió el premio Nobel de la paz en 1984, como respuesta a su lucha en contra del apartheid. El tema “Full Nelson” es un funk vigoroso dedicado a Mandela que cierra esta maravillosa creación del jazz contemporáneo. Mi preferida y la que puedo recomendar es “Don’t Lose Your Mind” un dub bastante urbano que, viajando por las aceras de Nueva York llegó hasta el balcón del maestro para entrar en su universo creativo y parir este disco.






7.You’re under arrest (1985)

Para cualquier fanático y estudioso de Miles Davis puede parecer un sacrilegio que yo le de lugar a este disco entre una selección tan cerrada, quitándole su merecido espacio a obras maestras como Birth of Cool, Porgy and Bees, Miles Smiles o Filles de Killimanjaro. La razón es absolutamente personal, por haber sido este disco el que me presentó al trompetista, siendo yo un niño de apenas siete años. Esta caratula apareció en mi casa, como consecuencia del oficio de mi padre, quien reseñaba discos para la prensa de entonces, y todas las semanas llegaba a casa con unos cinco o 10 viniles recién lanzados al mercado.

El disco nunca lo escuché detenidamente, salvo las reproducciones conducidas por mi padre, que llenaban los espacios de la casa con la música de Miles Davis. Mi interés era más por la caratula, una fotografía de un afroamericano con un arma que infundía respeto. Años después descubrí el disco en su totalidad y quien fue testigo de mis primeros pasos delante de los tocadiscos, en un ejercicio de memoria, podría recordar aquella voz de un hombre respondiéndole a un agente de la policía “yo vine de Miami, y este es parte de my religion, y no me diga que me calle” (el policía que responde en francés, era Sting).

Como todos sus trabajos de los ochenta, este es un disco muy vanguardista a nivel de producción. Miles Davis en esta década consigue fusionar su obra artística con la industria musical para llegar a las masas sin convertir el resultado en un producto mediocre, encuentra el equilibrio y pienso que enaltece el trabajo del productor, esa figura dentro de la cadena que volvió indispensable en su carrera desde que trabajo junto Teo Macero en la década anterior, utilizando el estudio como un instrumento complementario a la banda de jazz.

Es un disco conceptualmente muy marcado por la atmósfera pop de la época. Logra una maravillosa versión de “Human Nature”, de Michael Jackson, y otra versión de lujo del tema “Time after time” de Cyndi Lauper, ambas piezas entre los primeros puestos de las radios por aquel entonces. Sin embargo, el disco no deja de arrastrar ese sello experimental y progresivo que traía Miles desde los setenta donde el jazz funk y el jazz rock se convirtieron en una marca indeleble en su obra.





6. A Tribute to Jack Johnson

El 7 de abril de 1970 fueron convocados al estudio el guitarrista John McLaughlin, el baterista Billy Cobham y el bajista Michael Henderson para dar inicio a las grabaciones de un nuevo álbum de Miles Davis. Mientras esperaba que el trompetista llegara al estudio, McLaughlin comenzó a improvisar unos riffs de guitarra y en seguida se le unieron el bajo y la batería. Astutamente los productores invitaron a Herbie Hancok, quien pasaba por las instalaciones a resolver asuntos personales. Le habilitaron un órgano farfisa y se incorporó a ese jam sessión que más adelante se convertiría en un disco de culto. Cuando ya entraban en calor llegó Miles Davis al estudio y observando aquel momento de inspiración y cohesión de sus músicos más el invitados, no esperó ni un segundo, agarró su trompeta y soltó su primer solo para el disco en el tema "Right Off".

A Tribute to Jack Johnson fue concebido como un soundtrack para un documental sobre la vida del boxeador, dirigido por Jimmy Jacobs, producido por el promotor de boxeo Bill Cayton, quien convocó a Miles Davis para crear la música. Este proyecto se convirtió para Miles en un compromiso histórico con la causa afroamericana y el Black Power, que para la época iba ganando cada vez más terreno en la política y la cultura de masas. Sumado a todo esto entre Miles Davis y Jack Johnson existía una notable afinidad en cuanto al estilo de vida, la afición por los autos de carrera, la pasión por ropa distinguida, las mujeres bellas, y la vida excéntrica en general. El boxeador fue un modelo a seguir del trompetista desde su adolescencia.

El espíritu musical del disco estuvo principalmente influenciado por el funk y el rock de la época, para ese entonce Miles Davis se encontraba bastante sumergido entre la música de Sly & the Family Stones, James Brown y Jimi Hendrix, con quien compartió peluquero y una gran amistad, incluso dejando como proyecto pendiente un disco producido entre ambos artistas, interrumpido por la muerte prematura del guitarrista.

El disco está compuesto por dos largos temas que sobrepasan los 25 minutos cada uno, grabados en el estudio y terminados en la sala de edición, gracias al maravilloso trabajo de selección de tomas realizadas por el productor Teo Maceo. "Right Off" arranca con un ataque blues rock, donde John McLaughlin va conduciendo la nave por un buen rato hasta que aparece el maestro entrado el segundo minuto con su primer solo de trompeta, para ir agregando texturas a lo largo del viaje, sobre ritmos llenos de groove y hard rock. "Yesternow" entra mucho más atmosférica, con una línea de bajo que se repite y unos acordes de piano eléctrico y guitarra que dan pinceladas a una trompeta que se va balanceando con calma, hasta que se va incorporando la batería poco a poco. En un movimiento ondulatorio de atmósferas llega hasta la mitad del track donde comienza a engordar el ritmo en un jazz funk robusto, que no da tregua hasta el final de la obra volviendo a las atmósferas a través de unas reminiscencias dub, para recibir una voz que sugiere al boxeador Jack Johnson despidiendonos de esta obra maestra: "I'm Jack Johnson, heavyweight champion of the world. I'm black. They never let me forget it. I'm black all right. I'll never let them forget it."




Play aquí: 10 uppercuts de Miles Davis vol. 1

Parte (II)

lunes, 13 de agosto de 2018

Romanticismo alucinógeno y cultura pop



Romanticismo alucinógeno y cultura pop

Texto y mixtape por: Marcel Márquez

“…Estoy en la punta del infierno buscando un sitio donde caerme…"

Gabriel Jiménez Emán

Entrada la década de los sesenta la Generación Beat ya estaba de regreso. William Burroughs, Allen Ginsberg y Jack Kerouak le habían dado la vuelta entera en cola a un país, conocían más de la mitad del planeta y los rincones más oscuros de la mente humana. “Vieron a las mejores cabezas de su generación destruidas por el delirio, hambrientas, histéricas desnudas…” Ellos fueron alcohólicos, drogadictos y pentasexuales antes que cualquiera, lanzaron un aullido al mundo entero dejando claro que podían ser y hacer lo que les daba la gana, y que no eran existencialistas, ni poetas, ni beatniks, ni un coño, y que sencillamente estaban en la tierra para ser unos apasionados militantes de la vida. Por aquí pasaba Beny Moré metiéndole “...candela a Mozart, a Bethoven, a Vivaldi, los Beatles se salvaron porque le hablaron largamente de algo parecido a la caída de un reino...”. Después, en un hotel en Nueva York, Bob Dylan arrebató a los muchachos de Liverpool y en nubes de THC daban comienzo al proceso creativo de su era más psicodélica con el disco Revolver a la vanguardia.

Albert Hoffman luego de cristalizar el sueño sicodélico y sintetizarlo en terrones de azúcar decidió estacionar por un tiempo sus descubrimientos junto con la bicicleta, que años más tarde sería expropiada por los profesores Timothy Leary y Richard Alpert para invitar a todos los jóvenes del mundo a “sintonizar, prender y desconectar”, consigna que en la ciudad de Cambridge Syd Barret se tomaría literalmente con altas dosis de L.S.D para producir y componer en su mayoría The Piper At TheGates of Dawn, considerado el mejor disco de Pink Floyd y de la historia del rock psicodélico.




Mientras tanto, Hunther Thompson fraguaba su carrera de Enfant Terrible del periodismo acompañado de una maleta narcótica recetada por su abogado (y el del diablo también). El trance visionario de la glándula pineal de un suicida fue el génesis de un cocktail literario para drogadictos que sin miedo ni asco publicaría más adelante la revista Rolling Stone para consagrar a “Fear and Loathing in Las Vegas”, una novela de culto de la literatura underground. En Gran Bretaña sus majestades satánicas incrementaban su fortuna vendiéndole el alma al diablo en módicas cuotas, con Aleister Crowley como intermediario, y en 1967 sale al mercado Their Satanic Majestic Request, un disco con una carátula en 3D y una imagen lenticular, que se convirtió en una pieza fundamental del coleccionismo psicodélico.


En New York la psicodelia se quedaba en la música y la música era un hijo bastardo más de un proyecto transmedia y experimental en The Factory, el bunker de operaciones del artista plástico y director de cine Andy Warhol. Todo era blanco y negro, las drogas también, y en un delirio anfetaminoso Lou Reed sellaría una sociedad con Warhol como manager para producir TheVelvet Underground &Nico, disco esencial para la melomanía psicodélica.





Charles Bukowsky escogió la soleada California como el sitio ideal para entrarse a coñazos con la vida, mientras escribía y acababa con su hígado progresivamente. Goa Gil, por su lado, estaba emigrando a las playas de Goa en India, dejando atrás el Flower Power de Haight Ashbury con unos cuantos panas muertos, presos y locos. Al mismo tiempo, TheSeeds encerrados en un garaje le iban dando forma al psychedellic garage con el sonido más underground de la historia, para convertir este nuevo concepto en un subgénero del rock. Antes que The Doors fueron pioneros en la sustitución del bajo por teclas.


Para Led Zeppellin no fue un problema vivir bajo la sombra de sus coterráneos y colegas musicales. Mientras The Beatles, Rolling Stones y Pink Floyd viajaban por distintas galaxias, los Zeppellin construían una humilde escalera al cielo con la que llegaron a conquistar nubes y estrellas, convirtiéndose en los creadores del hard rock y ese sonido distorsionado donde el surco quiere devorarse la aguja cuando se escucha en vinyl.


Carlos Castañeda a través de “Las Enseñanzas de Don Juan” compartía con el mundo las herramientas para aprovechar responsablemente las plantas de poder como puente para el crecimiento y fortalecimiento espiritual de toda esa juventud que estaba adoptando la cultura de las drogas como forma de vida. Carlos Santana había ido y venido varias veces y no sabemos si permaneció de este lado gracias a la mescalina, al evangelio o a la guitarra. Lo que sí queda claro es que para quedarse entre nosotros -los terrícolas- hizo un “Soul Sacrifice”.



“…El diablo no me llevará a mí solo…”







martes, 7 de agosto de 2018

El surrealismo musical de Mati Klarwein


El surrealismo musical de Mati Klarwein

Texto y mixtape por : Marcel Márquez

En enero del año 1972 en la ciudad de Caracas, por orden del entonces presidente Rafael Caldera, representante del partido socialcristiano COPEI, se ejecutó la orden de retirar de todas las discotiendas el álbum de Santana titulado Abraxas. Las razones para la censura de aquel gobierno conservador eran tan básicas y retrogradas que estaban totalmente fuera de sintonía con toda la revolución cultural que venía arrolladora alrededor del mundo desde cinco años antes. La imagen de una mujer afrodescendiente desnuda con una paloma blanca entre las piernas y acompañada por un arcángel fue el insustancial motivo para privar a los venezolanos de disfrutar de aquella obra maestra del rock psicodélico californiano, que llegaba al país con un delay en relación a su lanzamiento en el resto del mundo.

Mientras Carlos Santana estaba en las sesiones de grabación de aquel disco, llegó a sus manos una revista donde vio una reproducción de la obra La Anunciación, del artista Mati Klarwein, y decidió que esa sería la portada de su disco. El cuerpo exótico de senos perfectos y piel brillante de aquella Black Magic Woman, con una blanca paloma de la paz entre las piernas flotando sobre una bahía del mediterráneo y acompañada de un arcángel, dio la vuelta al mundo y se convirtió en un clásico para la historia del rock.




La anunciación era un cuadro que pertenecía a una obra titulada L’Aleph Sanctuary, conformada por varias pinturas dentro de una capilla psicodélica de tres metros cuadrados, donde los visitantes entraban en un estado alterado de conciencia estimulados por las obras de arte. Jimi Hendrix fue uno de los visitantes del espacio y luego de permanecer un largo rato en silencio expresó sentir la sensación que lo hacía viajar dentro de la música. En otra oportunidad Tim Leary permaneció dentro de la capilla durante siete días bajos los efectos del LSD, concluyendo que Mati no necesitaba drogas porque él mismo era un potente alucinógeno.

El padre de la criatura

Mati Klarwein fue uno de esos personajes místicos y excéntricos al margen de la historia, vivió en una dimensión paralela donde el protagonismo y el personalismo están de capa caída, donde los artistas son el medio para transmitir un mensaje del universo y sólo eso. “Para mí eso es la creación, viene de otra parte, no viene de mí, yo soy el embudo solamente...viene del mundo entero y sale por un tubo de pintura”. Con estas palabras se expresaba este hombre que, siendo amigo personal de Salvador Dalí y Andy Warhol, prefería estar alejado de la exposición pública, en una cala en Deya, una aldea ubicada en la isla de Mallorca, o viajando como un trotamundos por distintos países de India, África, Europa y América.

Estas características que marcaron su personalidad inquieta de por vida fueron consecuencias de su agitada infancia que lo llevó a vivir en su Hamburgo natal, para luego pasar una larga temporada en Palestina y encontrar su adolescencia en Jerusalén, donde comenzó a estudiar arte. Sin terminar sus estudios el destino lo impulsó a otro movimiento inesperado: abandonó la capital de Israel por París, donde culminó sus estudios de artes en distintas academias. Convertido en un políglota y ciudadano del mundo, le tocó vivir la intensa década de los años 60 en Nueva York, donde encuentra el reconocimiento mundial con sus obras La Anunciación (1962), La Natividad (1962), Eva (1963), El políptico de San Juan (1963) y El Árbol de la vida o Crucifixión (1963-1965).

Bitches Brew y el furor de las carátulas
Dos groupies del Lower East Side fueron las responsables de abrir el portal que convertiría a Mati Klarwein en una referencia universal dentro de la cultura pop y el mundo de los discos. Si bien Mati había ilustrado cuatro discos en la década anterior, fue en el año 70 cuando sus dos amigas le presentaron a Miles Davis, Jimi Hendrix, Allman Brothers, Buddy Miles y una larga cantidad de músicos que durante esa década y las dos siguientes solicitarían al pintor como artista para complementar sus obras.
La portada del disco Bitches Brew germinó de una rápida amistad que surgió entre el pintor y el músico. Otra vez la musa principal fue la mujer afrodescendiente, esta vez un rostro que se impone sobre una cayena que suelta ráfagas de fuego a un cielo eclipsado por una tormenta, unos rayos que entran al mar y que se convierten en el horizonte de una pareja que contempla desde la orilla. La contraportada al abrir el disco en su versión vinyl gatefold complementa la parte delantera donde el rostro se duplica esta vez de piel más clara uniendo las manos que vienen de cada rostro. Dos mujeres aparentemente de la etnia masai entran en el cuadro custodiadas por un cielo estrellado. Al abrir las dos carátulas y visualizar la obra completa, puede contemplarse una clara contraposición luz-oscuridad.


Después de Bitches Brew Mati Klarwein fue el responsable de otro gran disco de Miles Davis titulado con el palíndromo Live-Evil, y la musa sigue siendo la mujer afrodescendiente, esta vez embarazada. Mati cuenta la anécdota que para este disco Miles sí quiso aportar en el proceso de la pintura -a diferencia de Bitches Brew y pidió un sapo en la contraportada, el pintor decidió retratar al jefe del FBI como un sapo con peluca.





Luego de Abraxas, de Santana; Bitches Brew y Live-Evil, de Miles Davis, los discos más reconocidos por sus portadas a nivel mundial donde intervino el pintor, siguió una larga lista que hoy día conforman el catálogo de caratulas de discos creadas por Mati Klarwein. Jimi Hendrix, The Las Poets, Buddy Miles, Howard Wales & Jerry García, Earth Wind & Fire, Osibisa, Eric Dolphy y Hermeto Pascual; son sólo algunos nombres de los artistas que llevaron plasmado en sus discos el maravilloso arte del pintor.

“Soy simplemente un medio alemán, medio judío, con un alma árabe y un corazón africano”.

Mati Klarwein

1932 – 2002


Tras una larga y minuciosa curaduría musical, dejó como testimonio para los lectores de este blog y a los melómanos irreductibles, un mixtape que incluye temas de estos discos que formaron parte de la cosmogonía visual de Mati Klarwein. Play a Mati Klarwein aquí. 

0. Intro: Mati Klarwein
1. John McLaughlin - Miles Davis - Bitches Brew (Disco 2)
2. DC-502 - Jerry García & Howard Wales - Hooterooll?
3. Forward Motion - Elements - Forward Motion
4. Saturn Return - Elements - Ilumination
5. Hope You're Feelling Better - Santana - Abraxas
6. Joe Tex - Buddy Miles - A message to the people
7. Ipanema Lady - George Duke - Rendezvous
8. Ye Tie Wo - Osibisa - Heads
9. El Nicoya - Santana - Abraxas
10. Mati Klarwein meets Miles Davis - Interview and music by Chris Gertges
11. Nem Um Talvez - Miles Davis - Live Evil (Disco 1)
12. Samba Pa Ti - Santana - Abraxas
13. Outro: Mati Klarwein